Estamos
en tiempo de viajes para todo el mundo. Estaría bien dedicar algún rato del tiempo libre a contemplar los viajes que hacen los guisos o los ingredientes y su
significado. Los viajes de ida, pero también los viajes de vuelta.
Es un tema muy interesante que siempre me ha llamado la atención y que preparé
para una charla con Isabel Baeza en su programa de la emisora de la
UNED-R3, que lleva con mucho acierto y sabiduría. Hay muchos casos
de estos viajes de ida y vuelta. Para comenzar esta serie he
elegido el dulce de leche. La mayor parte de los europeos no se ha planteado que es un dulce nacido en los obradores musulmanes de la Península Ibérica.
DULCE DE LECHE,
CAJETA, AREQUIPE, MANJARBLANCO, DOCE DE LEITE …..
De todas estas
formas se denomina el dulce de leche en sus distintas variedades –a
veces dispares—en los países de América y aún de alguna otra más.
Es algo clásico e intrínseco a la dulcería de todos los países
que fueron colonia de España y de Portugal, con leche de cabra o de vaca. Hay quien defiende,
incluso, que es una invención genuina americana, afirmación que
plantea varias dudas difíciles de resolver.
En el Nuevo
continente, en primer lugar, no había animales lecheros. Ninguno de
los escasos mamíferos que criaban como ganado algunas de las
poblaciones oriundas americanas ofrecía la posibilidad de dar leche
para el consumo humano, sólo para sus crías. Vamos, que no se podían ordeñar.
Cuando llegaron los españoles no había allí ni vacas, ni cabras,
ni ovejas, por no hablar de cebús, búfalas, yaks, dromedarios,
asnos o caballos, animales todos de los que los humanos de distintos
países y latitudes han aprovechado su leche. Acostumbrados al
consumo de productos lácteos, y con la necesidad de disponer de los
otros beneficios que aportan estos animales, como carne, lana y fuerza de
trabajo y transporte, los nuevos colonos se apresuraron a llevar al
continente americano rebaños de sus reses, que se fueron extendiendo
conforme se iban conquistando nuevos territorios. Y con ellos llegaron también sus técnicas milenarias de tratamiento de los productos lácteos.
En segundo lugar,
tampoco había azúcar. Los habitantes americanos no conocían la
caña y, hasta que no llegaron los primeros esquejes de esta planta
a la Española, en los inicios del siglo XVI, llevados por los
colonos desde España, en donde se cultivaba en el sur, no habían probado jamás el azúcar. Tenían
otros edulcorantes. Ya en el segundo decenio del siglo se estableció
en la isla el primer trapiche --semejante a los existentes en Granada o Sevilla-- para la extracción de esta sustancia
edulcorante. La aplicación en América de las técnicas de cultivo extensivo y procesamiento industrial de la caña permitieron convertir el azúcar en un ingrediente popular en los dos continentes. La caña, sin embargo, no es europea, es una planta de
origen asiático ya conocida en Europa pero que no dejó de ser exótica hasta bien entrada la Baja Edad Media en España y Portugal y varios siglos después en el resto de Europa. Los secretos de su cultivo y de su procesamiento industrial
llegaron a Sicilia y, sobre todo, al sur de la Península
Ibérica de la mano de árabes, persas y diversos pueblos africanos musulmanes. De hecho, en la Traducción de un manuscrito anónimo del siglo XIII sobre la cocina hispano-magribí, de Huici Miranda (tesis doctoral leída y publicada en Madrid, 1966), en muchas ocasiones en las que es necesario el uso del azúcar blanca, refinada, se especifica que viene de Egipto.
En tercer lugar,
para la elaboración del dulce de leche es necesaria el azúcar
blanca ya citada. El refino del azúcar, que exige una
infraestructura técnica e industrial muy compleja para la Edad Media europea, se desarrolló en
Persia –Imperio que ocupaba entonces territorios mucho más extensos que el actual Irán—y luego en Egipto, los países punteros en ciencia y, como consecuencia, en técnica del momento, entre los siglos VI y
IX de nuestra era.
Sobre este asunto puede ser interesante la consulta del libro de Sydney Wilfred. Dulcería y poder.
Madrid 1996. Siglo XXI de España. La aparición de la confitería –de la que es
parte el dulce de leche, como los almíbares de todas las densidades,
los caramelos, el fondant y otros muchos dulces—no fue posible
hasta que se extendió por el Mediterráneo este tipo de azúcar refinada, pues con anterioridad siempre fue integral, oscura. No es como la que ahora
llamamos azúcar morena, que es azúcar refinada a la que se ha
añadido una pequeña cantidad de melazas para darle color y aroma.
La integral es la que en castellano se denomina azúcar mascabado
–açucar mascavo en portugués—que proviene de las melazas que ya han sufrido un
proceso de cocción para concentrar sus sólidos --se presentaba cristalizado en moldes con la forma de pan de azúcar. En los países
americanos se denomina sin distinción piloncillo, panela, raspadura,
raspado, chancaca, empanizao o papelón tanto al azúcar mascabado como al
jugo de la caña concentrado por evaporación sin cocción, por lo
que tiene un color más claro. Ninguno de estos productos integrales, muy sabrosos por otro lado,
sirve para la confitería. Sus restos vegetales se quemarían, no podrían
soportar las temperaturas que alcanza y soporta el azúcar refinada a
puntos altos de densidad, como exige la caramelización que se
produce en el dulce de leche o el punto de los almíbares para
caramelos o fondant.
Tanto el texto anónimo
citado más arriba, editado asimismo en 2004 en TREA, como el de Ibn Razin Al Tugibi, El relieve de las mesas … con traducción de Manuela Marín, Gijón, 2007, TREA, ofrecen toda clase de recetas con azúcar blanca. En la Península había, pues, leche y, sobre todo, azúcar refinada en cantidad suficiente para dedicar a la elaboración de dulces, confites y golosinas, a los que los
pueblos de cultura árabe y persa son muy aficionados.
La pregunta es inevitable. ¿Es que a
ningún confitero de los obradores hispanomusulmanes se le había ocurrido hacer algo parecido a lo que conocemos
como dulce de leche?. Tiene su respuesta:
HECHURA
QUE SE CONOCE POR CAÑA DULCE
Se
toma leche fresca un kail y se le pone dos libras de azúcar, se
clarifica con un paño; luego se lleva a fuego moderado y se procura
cocerlo y agitarlo ligeramente hasta que se ligue y se asocie; luego
se pone en la şalāya
–según el traductor piedra caliente, semejante a rescoldo—hasta
que se entibie y luego se extiende en pedazos de cuatro dedos cada
uno y se cubren, como si fueran canutos de caña y se envuelven en
harina de trigo tamizada y se igualan sus extremos con un cuchillo
hasta que se igualen, se ponen en una tabla y se sirven, si quiere
Dios.
Traducción
española de … pág
107 . Madrid, 1966
Pese
a que es una traducción sobre un texto que es copia de otras copias --que solían llevar erratas-- que se refiere a la cocina medieval, que es difícil establecer las equivalencias de medidas como el kail --creo que equivalía a 11,5 k, es decir, a 1 @-- y la libra utilizada por los musulmanes --que se puede acercar al 1/2 k-- y en el que se utiliza un lenguaje del siglo XIII, tan distinto del de los
recetarios actuales, queda bastante claro que se está
hablando de una de las especialidades de dulce de leche.
Además,
la mayoría de colonos y religiosos, sobre todo de religiosas que
viajaron de España y Portugal a América, llevaron con ellos esclavas moriscas que
trasladaron a América todos sus conocimientos –para este extremo
es muy ilustrativa la contribución que con el título La cocina precolombina en España escribió Xavier Domingo para Conquista
y comida, libro de mucho interés en lo que atañe a temas de alimentación y gastronomía, y coordinado por Janet
Long, México 2003, 3ª edición. UNAM, IIH.
El hecho de que el dulce de leche, para volver a nuestro tema, fuera una
especialidad de los ciudadanos de cultura musulmana, explica que se perdiera en España, sumida en aquellos días en los horrores de la persecución
religiosa; sobrevivió en América, por fortuna para los golosos, gracias a los confiteros que heredaron recetas tan deliciosas y los ejecutan en sus obradores y fábricas.
Como el viaje no es sólo de ida, a Europa nos ha llegado, de vuelta, el dulce de leche en todas sus variedades. Es quizás el argentino el más extendido entre nosotros, que lo consideramos genuino del país americano. Creo que con razón. Después de tanto tiempo es un dulce americano y punto.
LA RECETA
La
receta del dulce de leche argentino es
muy sencilla. Es larga de preparar, eso sí, pero merece la pena. Es una
delicia. Es mejor disponer de leche bronca, como se llama en América
la leche cruda, recién ordeñada. Ya que en España es imposible
encontrar este tipo de leche a menos que uno tenga una vaca en casa o en el vecindario,
se puede hacer y sale bien con leche entera pasterizada –ni UHT ni
uperizada. Puede ser conveniente --no imprescindible-- añadir un 3 o un 5 % de nata, siempre que también sea
pasterizada, pues la leche envasada actual ya está en parte desnatada. Las cantidades y procedimiento de la receta se encuentran aquí
También debe ser amplia, porque si es de buen diámetro, la evaporación necesaria se producirá en menor tiempo.
Añadir la vainilla y acercar al fuego. Revolver hasta que el azúcar se disuelva.
La leche va perdiendo líquido y va adquiriendo el color del azúcar, que se va dorando.
Es conveniente colocar una espátula sobre la cazuela para que si la espuma sube en un descuido, la leche se enfríe y no se salga. La espátula es conveniente que sea de madera que no deje sabor. Sólo algunos plásticos soportan estas temperaturas. Esta es de boj.
Ir bajando el fuego muy poco a poco.
Ir bajando el fuego muy poco a poco.
Con mayor rapidez de lo que uno se puede imaginar, el dulce de leche comienza a espesar y adquirir un color dorado intenso a partir de las 2 horas, a veces menos. En este momento hay que mover más a menudo con la espátula y bajar el fuego ...se pone en la şalāya, dice el autor, porque se puede salir con facilidad o pegarse al fondo. Cuando aumente más la densidad, está en su punto. Ya sólo queda llenar los botes de cristal y cerrarlos.
Delicioso e interesantisimo! Bravo!
ResponderEliminarMe alegro que te guste. El siguiente va a ser la tempura.
ResponderEliminarAl leerlo me han dado ganas de suspirar: El Suspiro de limeña
ResponderEliminarUno de los postres más representativos de Lima es el suspiro de limeña, una verdadera orgía azucarada capaz de levantarle el ánimo al mismo Lázaro sin intervención divina. Su origen se remonta al siglo XIX y tiene una fuerte influencia mora. Se prepara a base de leches condensada y evaporada, azúcar, huevos, un chorro de Oporto, vainilla y canela en polvo y posee la consistencia de un manjar blanco, coronado por claras batidas espolvoreadas con canela.
Se le hace a uno la boca agua con esa explicación tan gráfica que haces, magnífica. Qué bien escribes. Tendremos que hacerlo algún día.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy, muy , muy interesante, Rosa. Quizá algún día nos puedas hablar de viajes de ida y vuelta desde el África subsahariana. Me resulta, por ejemplo, muy curioso el caso de la palabra "mondongo". Un amigo de Curaçao me dijo que así era como se llamaba en su tierra a nuestros castizos callos. Parecer ser que "mondongo" es una derivación del castellano "mondejo", es decir, tripas, llevada a cabo por los esclavos bantúes y que se acabó imponiendo al vocablo original y así volvió a España. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por la indicación.
EliminarMondongo son también los callos en América de habla hispana. Miro en el Corominas. Aparece la palabra por primera vez en 1599. Luego debió de desaparecer aquí. Habla en efecto de mondejo como relleno de la panza del cerdo. También ha desaparecido.
Tengo que ponerme a estudiar esto del mondongo. Qué interesante. La palabra es de influencia española, desde luego, porque en portugués se llama --por lo menos ahora-- bucho.
La verdad es que hablar de mondogos en la misma página de los suspiros de limeña parece una sacrilegio. Los unos tan terrenales, los otros tan divinos...
ResponderEliminarLa cocina, ya sabes, tiene de todo. Unas veces divino y otras terrenal.
ResponderEliminarYo me he acostumbrado a escuchar en México y, supongo, que cuando era niña en Argentina, la palabra mondongo referida a los callos, las tripas de las reses para cocinar o ya cocinadas. Ya me parece normal. Pero aquí no se usa para eso. ¿No?
Ya tengo el runrun del mondongo de Curaçao.