Ahora que la reina doña Sofía está a punto de terminar su viaje oficial a Filipinas es un buen momento para reivindicar una personalidad no valorada como se merece de la historia de nuestro país, muchas veces esquivo a la hora de reconocer a sus grandes personajes. Es la del marino vasco Andrés de Urdaneta (1498-1568). A Urdaneta le debemos --además de otros muchos logros en América y en las propias Islas Filipinas-- el descubrimiento del tornaviaje de la ruta ya establecida de Acapulco a las islas de Asia.
Recién anexionadas las Islas Filipinas a la corona española, lo que las convertía en el puesto comercial y político español en el oriente, se hizo imprescindible a mediados del siglo XVI establecer la ruta marina entre las islas y la costa americana de la Nueva España. Ya se podía viajar con facilidad de Acapulco a las Filipinas, pero el tornaviaje se mostraba muy difícil y, en el mismo, se habían perdido varias expediciones.
El rey Felipe II se ocupó de que la siguiente expedición, al mando de Legazpi, contara con Urdaneta para el diseño de la ruta a seguir en el tornaviaje, para el que resultó necesario algo que ninguno de los otros marinos habían imaginado. Urdaneta navegó con los vientos que soplan hacia el norte hasta alcanzar el paralelo 40 --aquél en el que se encuentran Nueva York y Madrid-- para continuar en dirección este hasta alcanzar la costa americana, con lo que se aseguraba también burlar las naves piratas de otros países europeos. Desde allí siguió dirección sur hasta Acapulco. Se había iniciado la primera gran ruta comercial de Asia con Europa por el oeste, que se conoció como el Galeón de Manila. Las mercaderías que llegaban al puerto de Acapulco viajaban a través de la Nueva España hasta el puerto de la Veracruz, en donde volvían a ser embarcadas rumbo a los puertos españoles. Esta ruta estuvo vigente desde mediados del siglo XVI hasta más de dos siglos después.
Fuera de su significación política y económica enorme en su época, esta ruta tiene un interés especial para la gastronomía y la artesanía, por la influencia oriental que supuso para la Nueva España. Las caravanas con reatas de mulas que recorrieron los territorios del actual México con las mercancías orientales del Galeón de Manila, supusieron la llegada de algunos usos y aromas orientales a su cocina y de artesanías hoy fundamentales, como la técnica de las lacas --de origen chino-- los adornos orientales y chinescos en la cerámica de la Talavera de Puebla o los bordados de flores multicolores semejantes a los de los mantones de Manila.
Lo mismo ocurrió en sentido inverso, porque a las Filipinas llegaron los productos americanos y se integraron en su gastronomía.
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