Pavo americano con las plumas caudales desplegadas. (imagen pavosselectos.com)
El ingrediente, mejor sería
decir el alimento que ocupa el tercer puesto en esta serie, es el
pavo americano. Viajó en un sentido, de América a Europa, para
volver transformado de formas muy diferentes y por razones que nada
tienen que ver entre sí.
Es el guajolote americano. Este
ave, Meleagris gallopavo, es oriundo de la región norte
central de México y de parte del sur de los EEUU de América. Su
denominación en México deriva del náhuatl huexolotl
(diccionario de la RAE). Nunca fue un animal muy abundante en estas
tierras antes de la conquista americana y era comida de pocas
personas, sobre todo las más pudientes. De todos modos, los pavos
originales que encontraron los colonos en América no eran en modo
alguno tan carnosos como lo son hoy los que encontramos en la
pollería y el supermercado, en particular en los días cercanos al
solsticio de invierno en Europa y al Día de Acción de Gracias en
los Estados Unidos. Se ha llegado a conseguir aves con mucha molla en
las pechugas y los muslos tras muchos trabajos agropecuarios de
selección, pero en cualquier caso sí eran más mollares que los
patos y otras aves voladoras que poblaban el norte americano.
Pavo real con las plumas desplegadas (Imagen zh:min.nan.wikipedia.com)
El pavo real –este real, según
J. Corominas, aparece cuando llega a España el Meleagris
gallopavo, para distinguir el auténtico, el real, del americano,
no se refiere a nada que tenga que ver con la “realeza” de su
aspecto—era en Europa el símbolo del poder personal y de la
autoridad, por lo que se encuentra justo por encima del faisán en la
jerarquía de las aves servidas en los banquetes reales o de personas
nobles, quizás más como rito que como manjar, puesto que el pavo
real –pavo cristatus—es bastante enjuto. Resulta
significativo que es la primera pieza que aparece en la descripción
del despiece de las aves en el Arte Cisoria de Enrique de Villena. Es
el ave que tiene que repartir de modo equitativo el Rey Arturo entre
los caballeros de la Tabla Redonda. También aparece, junto al
faisán, en la descripción de los banquetes de los primeros
emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico.
La más antigua descripción de
un pavo americano de la que disponemos en el mismo continente es del
cronista Fernández de Oviedo (1525) y lo define como pavipollo,
porque tiene algo de pavo y otro poco de gallina y para el idioma
castellano acabó adoptando más tarde el nombre del pavo real. Se
había introducido en la península un poco antes y debió extenderse
por los corrales de todo el país partiendo de Andalucía, a donde
llegaban las flotas desde América. En El Quijote ya aparece como
gallipavo, que casi es lo mismo en orden inverso y, además es la
denominación científica, cuando Sancho dice que le saben mejor,
aunque sean pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas
....
Parece que llegó a Gran Bretaña
muy poco después – Reay Tannahill, Food and History—a
través de los comerciantes del cercano oriente y turcos que hacían
escala en Sevilla en sus viajes a Europa del norte desde el
Mediterráneo oriental. Según Tannahill, ante la dificultad de
pronunciar el nombre en su idioma original, huexolotl, los
británicos decidieron solucionar el problema como era habitual: Lo
llamaron turkie cock, que
derivó en turkey.
En Francia se le dió el nombre de coq d'Inde, porque se creía
que llegaba del Este, de la India, no las Indias Occidentales
americanas. Esta denominación acabó al final en dinde o
dindon. En italia se llamó galle d'India –hoy se
conoce por tacchino—y en Alemania Indianische Henn,
aunque hoy se conozca como pute. En el norte de Alemania, los Países Bajos y los Escandinavia se produjo una confusión, que llevó a que se nombrara el pavo como calecutishe Hehn, Kalkoen y Kalkon, porque se supuso que su origen estaba en Calicut, la actual Calcuta.
El pavo vino a sustituir al pavo
real en los banquetes de las grandes ocasiones, como bodas reales, y
era una pieza de primera para que los caballeros anfitriones
demostraran sus artes cisorias en el trinchado, herencia de los
grandes señores de la Baja Edad Media.
Además, también vino a
sustituir a la gallina o la oca como carne central en las fiestas
cercanas al fin de año. Desde los tiempos más antiguos en el
oriente del Mediterráneo, entre los egipcios en especial, se rendía
culto al huevo –de oca, porque la gallina aún no había llegado a
occidente desde la India—por su yema redonda y de color amarillo y
porque simboliza el eterno renacer tras la muerte, como el sol
–redondo y de luz amarilla—que muere todos los días al ocaso
para volver al amanecer recién nacido. El solsticio de invierno
significa el final de las noches largas y el comienzo de los días
prolongados y las buenas cosechas. Por ello se celebraban banquetes
en los que, entre otros manjares, se servían ocas como plato
principal. Las culturas del Mediterráneo heredaron esta costumbre.
La llegada del pavo americano, más carnoso y grande vino a sustituir
a las aves del corral europeo y africano en los banquetes, ya
cristianos, que celebran la navidad, que coincide con el solsticio de
invierno.
Los europeos hemos devuelto el
pavo a los habitantes americanos convertido en un alimento simbólico
del fin de año gracias a una tradición milenaria. Es cierto que en
México, en el sur de los EEUU y en todos los territorios americanos
a los que se extendió su cría como ave de corral, se cocina el
guajolote como se hizo desde antes de la llegada de los españoles,
encacahuatado, en diversos pipianes deliciosos o en otros tantos
moles de distintos chiles. Pero eso no quita para que el hecho de que
sea el ave del banquete que celebra la navidad cristiana sea la
aportación europea en este viaje de vuelta del pavo a su continente
de origen. Haremos un inciso para afirmar que la unión de las dos
culturas dio origen a uno de los mejores platos de guajolote, el mole
poblano.
Aunque casi es anecdótico, no
está de más contar que a los EEUU de América vuelve el pavo convertido en manjar para celebrar una fiesta, en este caso el día de
Acción de Gracias. En 1865 el editorial del libro para señoras Godey's
Lady's Book introdujo la sugerencia de que se sirviera un pavo asado para tal . Como ocurre a veces, la idea
cuajó y se ha convertido en todo el país en una tradición
irrenunciable.